domingo, 9 de enero de 2005

Alejandro Mignon

Hoy he dedicado 3 horas de mi tiempo no lucrativo a ver la última epopeya joligudiense, para descubrir, en lugar del remake de Troya que esperaba, una película romanticoide-transgresora medio hecha.
No es que me moleste -como a tantos al otro lado del charco- la representación de la conocida bisexualidad del personaje. No me hace especialmente feliz ver una película que vaya de eso, pero tampoco me incordia si su introducción cumple alguna función, ya sea hacer más creíble al personaje, representar mejor a un personaje real -como se supone este caso- o sencillamente agregar colorido.

Lo que sí me molesta es la falta de arte con que se escenifica, y sobre todo, los porcentajes.
Me molesta que una película sobre Alejandro Magno trate un 25% de sus relaciones homosexuales y un 30% de sus conquistas, batallas y viajes. (Lo que reste de la unidad, dividir a partes iguales entre altercados familiares en la infancia, adolescencia y mayoría de edad, y enfrentamientos con sus generales, consejeros y amigos)

A la quinta escena en línea Boris, dan ganas de decir Que sí, que era medio marica. Hemos cogido la idea. Ahora podemos pasar a otra cosa, ¿por favor?, con lo cual lo dices. Y raro es que los que compartan sala o habitación en ese momento no estén de acuerdo.

Vale, vale, pero crítica aparte, ¿qué tal la película? Pues, hombre, las he visto mucho peores.
El principio es un bodrio insufrible, hasta que llegas al final y casi todas las escenas del principio acaban teniendo sentido, lo cual lo hace un poco menos bodrio insufrible. Todos los reviews que leo la ponen a parir, y casi todos con razón, pero no se por qué, a mi algunos trozos me han gustado mucho. Es un millón de veces mejorable, pero a ratos resulta entretenida.

Tiene algunos gráficos bastante chulos -personalmente me encantan las imagenes de la ciudad de Babilonia y la bahía griega- y alguna que otra sorpresa. Como descubrir que Lara Croft sabe actuar (¡¡¡!!!), o en qué le ve la belleza alejandro a su mujer persa -descubres que tiene un buen par de razones para ello- o que detrás de la narizota de To-lo-meo (el más guarro) se esconde Hanibal Lecter.

También tiene cagadas triunfales, dejando aparte el tema de la vida sexual del protagonista, como la extraña facultad de Olimpias Jolie de no envejecer por muchos años que pasen en la película, o el grotesco acento que ponen algunos personajes, que a mi entender no tiene utilidad alguna. Si quieres hacerles hablar griego, que hablen griego -igual que hablan arameo-aracago en La Pasión de Evaristo-, pero no los hagas hablar Transilvano, sobre todo cuando más de un actor tiene -en la versión original al menos- acento americano y alguno escocés (algo le escocía).

Termino con un interesante comentario oído por ahí: "No es que fuera maricón, es que quería mucho a ese hombre".

Y eso me recuerda...

1 comentario:

Anónimo dijo...

escrupulosamente perfecto en ortografía, me encanta, en serio, me encanta leer así :)